martes, 21 de junio de 2016

Veintitres Maestros del Corazón (Por Carlos González Pérez) Primer Encuentro- 1ª Parte




23 Maestros...
Primer Encuentro. Primer Parte.


VEINTITRÉS MAESTROS, DE CORAZÓN
Un salto cuántico en la enseñanza

A mis maestros, que hicieron el papel de alumnos para poder, así, enseñarme.

Capítulo II

Primer encuentro

El maestro se dirige, sintiendo los latidos de su corazón, hacia el aula de primero de bachillerato, donde se encuentran personas de entre dieciséis y diecisiete años. Se espera de él que les imparta clases de matemáticas y de física. José Luis espera mucho más de sí mismo: sabe que este curso ha de ser diferente; sus sueños han de encarnarse en la realidad cotidiana. Durante años, ha buscado dentro de sí al maestro capaz de despertar la sabiduría en sus alumnos, de hacerlos sentir únicos, de ponerlos en contacto con los sueños, que ni siquiera se atrevían a sentir, de generar la suficiente confianza en ellos mismos, para que no sean esclavos de sus propias máscaras sociales. En este caminar interior ha ido conquistando las cualidades que se propone desvelar en sus pupilos. Cada paso que da hacia el aula, le recuerda el largo camino recorrido… Se imagina a sí mismo como un director de orquesta que sabe que la auténtica armonía sólo la conseguirá cuando sea capaz de sentir a cada músico como único, cuando sepa apreciar las cualidades de cada uno, cuando se sienta integrador de los dones de todos sus músicos. El broche final se logrará cuando abandone su puesto de director, y la orquesta continúe sin darse cuenta de su ausencia… A su mente fluye el recuerdo de la maravillosa película “Tierra de ángeles”, en la que descubrió que un verdadero maestro debe empezar por hacer reconocer su propia voz a sus alumnos.

La algarabía de su clase viaja por el pasillo a su encuentro. Al percibirla, se pregunta si será capaz de enseñarles sin destruir un ápice de su alegría. Quisiera que su clase fuera un lugar de disfrute, en el sentido literal de la palabra, que se pudiese gozar de los frutos del conocimiento y sobre todo del reconocimiento.

De la bolsa de los recuerdos mágicos extrae uno de sus preferidos: La compañera de Gérard Depardieu explica, en una entrevista, que cuando Gérard entra en la habitación en la que ella se encuentra, siente que entra la vida. ¡Qué forma tan sencilla de expresar la alegría vital de una persona!. José Luis alimenta a su cuerpo con este recuerdo, llenándolo de la energía que quiere mostrar a sus alumnos. Sus pasos se vuelven livianos, sus pies hacen del andar una danza…

Su mano toca el agarrador, siente que la puerta que va a abrir le da paso a una gran aventura, y sabe que la esencia de esta palabra es no poder asegurar ningún resultado. Comienza una nueva etapa en su vida profesional, los valores que se han ido gestando en su interior tienen que ser dados a la luz. Muchos no serán comprendidos ni aceptados, pero su fidelidad a sí mismo no puede esperar más. Por vez primera, en más de veinte años, va a entrar en clase sin máscara…

- Buenos días a todas y a todos, pronuncia mientras su cara se ilumina con la luz de la mañana, que penetra por las ventanas. Sólo parte de la clase ha escuchado su saludo, algunos le responden. Camina por un pasillo formado por pupitres hacia la mesa del profesor. La distancia parece hacerse enorme y la tentación de volver a ponerse la máscara toma fuerza. Finalmente, se coloca tras su mesa, mirando a las personas que tiene delante…Se dirigen a sus asientos, escudriñando el rostro y la figura del nuevo profesor, intentando imaginar en qué estereotipo pueden encasillarlo. José Luis, enfrentándose a toda la educación recibida, intenta hacer lo contrario. No quiere ver a sus personas como algo conocido, sino como un universo a explorar con ellos. Cada uno encierra tesoros maravillosos y distintos; enseñarlos es convertirlos en exploradores de su propio territorio, en “disfrutadores” de su propia riqueza. 

De esta abundancia, sin esfuerzo, como el fruto brota de la flor, nacerán las virtudes que siempre han estado en las semillas de sus corazones.

¡Hermosos pensamientos!...¿Pero cómo convertirlos en realidad, en el día a día…?.

- Me llamo José Luis y soy vuestro profesor de matemáticas y física – Dice, siendo consciente del miedo que suelen producir ambas materias – Bienvenidos al mágico universo de las matemáticas.

Las caras se interrogan unas a otras, preguntándose ¿qué chaladuras dice este “profe”?.

- Vamos a hablar de un universo distinto del físico, pero que nuestras conciencias pueden visitar. Vivimos en distintas realidades. Hace algunos minutos estábamos habitando el país de nuestros sueños. En él podemos hacer cosas increíbles; cuando entramos en sus dominios, dejamos nuestras limitaciones fuera….El sonido del despertador nos viste con el pesado traje de nuestros deberes, y deseamos continuar con la desnudez de nuestros sueños. ¡Bueno… ahora que os miro bien, creo que algunos de vosotros seguís con vuestra mente en la dimensión onírica!.

Se escuchan algunas tímidas carcajadas, mientras el profesor se dirige a la pizarra y dibuja lo que parece ser una circunferencia.

- ¿Cuál es tu nombre?. Interroga, dirigiéndose a un chico que se encuentra próximo a él.

- Alberto - contesta tímidamente.

- El nombre de una persona debe ser pronunciado como si fuese el de un palacio en el que habita; ya que uno debe ser el rey de su propia vida. Querido monarca, ¿podrías decirnos otra vez quién eres…?. – Solicita, intentando ponerse en la difícil situación en la que ha colocado a su alumno; recordando su propia timidez, pero a la vez, firmemente convencido de la necesidad de provocarle.

-Alberto – Pronuncia totalmente confundido, y convirtiendo su cara en un rojo atardecer.

- Te falta práctica, pero tenemos todo un curso por delante..Yo fui un alumno muy tímido y mírame ahora… – dice, abriendo sus brazos como si presentase su propia actuación teatral.

El resto de la clase se pregunta, para sus adentros, si tendrán también que convertirse en reyes. Sólo una cosa ven clara: el bufón de la corte ya lo tienen, es su nuevo profesor.

- Dime, Alberto, ¿qué acabo de dibujar?

- Una circunferencia

- ¿Estás seguro…? ¿Cómo definirías una circunferencia?

El alumno duda durante unos instantes, pero finalmente responde entrecortadamente; sospechando que hay gato encerrado.

-Un conjunto de puntos que equidistan de otro llamado centro.

-¡ Muy académico! Es correcto. Vuelve a mirar a la pizarra y dime si he dibujado una circunferencia.

Alberto queda totalmente confundido, ¿dónde está la trampa?, se pregunta; buscando en su memoria, ¿qué le ha pasado por alto…?.Finalmente responde con un sí dubitativo.

- Imagínate que la tiza que sostengo se ha convertido en una lupa- dice el “profe” mientras recorre la “presunta” circunferencia – Ahora, el trazo se ve más ancho, tiene un grosor y es fácil ver que hay puntos más cercanos del centro que otros. En realidad he dibujado lo que se llama una corona circular: el área comprendida entre dos circunferencias concéntricas. Si hiciese el trazo más fino, me bastaría con coger una lupa de más aumentos, de nuevo vería un grosor y la equidistancia desaparecería. No podemos dibujar una circunferencia en el mundo físico tridimensional, porque dicha figura geométrica no pertenece a ese mundo. Forma parte de un universo mental, el de las matemáticas; al cual podemos acceder con nuestra mente. Todo viajero, que penetra en un universo desconocido, necesita de una buena nave y de una excelente preparación para pilotarla. En nuestro caso, la nave es nuestro cerebro, y la preparación consiste en conocer los potenciales de nuestra mente, de nuestras emociones, de nuestra intuición, en definitiva, de toda nuestra conciencia. Os invito a aprender a ser pilotos de vuestros cerebros y a explorar el mágico universo de las matemáticas…

Un gran silencio vacía la clase, las miradas parecen estar dirigidas a un horizonte aún no visible. En las mentes se descubre un nuevo espacio, exento de prejuicios culturales y limitaciones.

- ¿Aceptáis la invitación…? – La voz llena el silencio con las tres palabras

Nadie se atreve a responder, así que José Luis se dirige a Alberto, dulcemente, casi seductoramente:

- ¿Aceptas tú…?

- El alumno, que como todos los tímidos tiene una gran dosis de valor almacenada, responde abiertamente que sí.

- Y… los demás… ¿qué decís…?- Pregunta abriendo sus brazos, como si quisiera abarcar a toda la clase

Empiezan a oírse tímidos síes, que van ganando presencia, como las olas a medida que se acercan a la playa. Comienzan a aflorar sonrisas, trayendo alegría a la clase.

- Gracias, presiento que vamos a vivir grandes aventuras – pronuncia, saboreando cada palabra y mirando, uno por uno, a todos sus alumnos.

- Uno de ellos dice, con gran desparpajo:

- Todo eso está muy bien, pero las matemáticas seguirán siendo difíciles y oscuras para mí.

Una carga, hasta que termine el bachillerato…

- Eres tan poderoso que lo que dices se cumplirá – Le interrumpe José Luis, cargando el tono en la palabras poderoso y cumplirá.

Una mirada de confusión es la respuesta del alumno. No sabe si le está tomando el pelo o tiene ante sí al profesor chiflado.

- El cómo nos veamos a nosotros mismos es la herramienta con la que construimos nuestra vida. Si tú te ves con poca inteligencia para comprender las matemáticas, éstas aparecerán ante ti como imposibles. La manera de tener un mejor concepto de ti mismo es aprender a conocerte. A lo largo del curso iremos hablando de “trucos” para lograrlo.

Vamos creando nuestro día a día, con una idea limitada de nosotros, y eso hace que perdamos grandes oportunidades. Para sentirnos dueños de nuestra vida es necesario desarrollar nuestra imaginación. Os voy a narrar uno de mis cuentos favoritos, se llama: “El poder de la imaginación”

“Érase una vez tres gusanos de seda que ignoraban su futuro como mariposas. Sus nombres eran: Pesimista, Realista e Idealista. Se les acercaba la hora de su transformación y empezaron a sentir los primeros síntomas.... Su voraz apetito fue desapareciendo, su movilidad menguaba a gran velocidad y, finalmente, sintieron como el capullo les aislaba del mundo conocido, de la seguridad de lo cotidiano. En la oscuridad del misterio de su futuro, tuvieron pensamientos distintos:

Pesimista se dijo a sí mismo que estaba viviendo el final de su vida, y en lo más profundo de su sentir, se despidió de los buenos momentos.

Realista se dio ánimos diciéndose que todo aquello sería momentáneo y que, tarde o temprano, todo volvería a la normalidad.

Idealista sintió que, aquello que le estaba ocurriendo, podría ser la oportunidad para que se cumpliese su sueño más preciado: poder volar. Y aprovechó la oscuridad para perfeccionar sus sueños.

Cuando los tres capullos se abrieron, dejaron ver tres realidades iguales y distintas, a la vez...

Pesimista era una bellísima mariposa, pero.... estaba muerta... Había muerto de miedo.

Realista era una hermosísima mariposa, pero.... a pesar de ello, empezó a arrastrarse como cuando era gusano. Con satisfacción, dio las gracias al cielo por haber podido seguir igual.

Idealista, nada más ver la luz del día, buscó sus alas... y al verlas, su corazón rezumó alegría, emprendió el vuelo, y dio las gracias, repartiendo su dicha por todo el bosque.”

José Luis termina el cuento dirigiendo su mirada a una de las ventanas, que como si se tratase de una de las pinturas, hechas en el suelo por el polifacético Bert de la películan Mary Poppins, introduce a la clase en el pequeño bosque vecino al colegio. Un gran silencio permite sentir la magia del momento, cada mente vaga libre jugando con los claros-oscuros, que provocan los tiernos rayos de sol de la mañana, al encontrarse con los pinos. El cuento abre la imaginación de los alumnos, creándose un invisible arco iris, construido con los colores de cada una de las mentes presentes.

- ¿Cómo os sentís? – dice el maestro respetando el ambiente.

Se escuchan algunas pequeñas toses, que muestran los intentos de volver a la realidad conocida. Nadie responde.

-¿Quién quiere opinar…?. Para mí es muy importante vuestro parecer… cada uno de vosotros sois mi maestro. Una persona es siempre una conexión al conocimiento, aunque ella misma no sea consciente. Si la escucháis de corazón convertiréis sus palabras en sabiduría. Estamos acostumbrados a hablarle al otro sintiendo, que en el fondo, no nos está escuchando, devolviéndole la pelota cuando nos toca oírle. Por eso, las conversaciones se repiten una y otra vez…sin llevarnos a ningún lugar. Yo quiero viajar con vosotros, sentir de verdad vuestras palabras…descubrir juntos las maravillas de la vida… convertir las clases en aventuras en las que vamos desvelando los enormes potenciales que todos tenemos dentro….hacer de los problemas retos… aprender de los errores… celebrar los conocimientos adquiridos… ¿ Por qué no convertir el aprender en una fiesta ?.

Algunas risas de incredulidad empiezan a escaparse de la cárcel de un mal entendido respeto.

Se dan codazos entre sí. Uno, más atrevido, se lleva el dedo índice a la sien interpretando el símbolo de locura. Unos pocos permanecen serios escondiendo sus sentimientos. La algarabía recorre la clase con la rapidez de un efecto dominó.

- ¡Bien! ¡Ya tenemos la fiesta!- dice el profe abriendo los brazos y sonriendo.

La seriedad que quedaba es desterrada del aula. Las risas se expresan libremente…José Luis recorre los pasillos alentando con gestos el buen humor…En su interior está sorprendido de su propia actuación, y agradece a todo su pasado el haberle conducido hasta ese maravilloso momento.

– ¡Riamos, riamos…!. ¡Llenemos de alegría el aula….!-dice acompañando sus palabras con el movimiento de unas manos que desean volar por la habitación, haciendo visible el aire.

Todos olvidan dónde están y escapan del tiempo…Algunos empiezan a llorar de risa, otros se retuercen siguiendo el compás de las manos del maestro, como si de un director de orquesta se tratase. Y, como éste, José Luis pretende sacar la mejor música de cada uno, acercándose a sus rostros y haciéndoles muecas que sacan risas nuevas….la magia inunda el aula….

-¡Riamos, riamos…!. No es necesario tener razones para reír. Gocemos del momento…Dejad que la risa alimente vuestros cuerpos…que la luz de los dientes ilumine a vuestro compañero de pupitre… que vuestra boca abierta sea fuente inagotable de alegría…- Las palabras son reconducidas por los caminos, que el incesante movimiento armonioso de las manos del maestro abre en el aire.

Sonido y movimiento crean una danza que le lleva hasta su mesa de profesor.

El profe se sienta y entra en silencio, contemplando el oleaje de alegría que su interpretación ha desencadenado. Siente la belleza del momento desde la serenidad, esbozando una tenue sonrisa.

Sus ojos escudriñan, uno por uno, el comportamiento de los alumnos, intentando crear dentro de él un espacio propio para cada uno. Serán compañeros de viaje a lo largo de todo el curso, vivirán aventuras más allá de lo establecido…

José Luis se encuentra ante el mayor reto educativo que ha vivido hasta ahora. Una parte de él teme que las cosas se le vayan de la mano… que los alumnos no lleguen a entender lo que se propone…que los padres pongan el grito en el cielo… que la dirección…no quiere ni pensar cómo lo van a interpretar sus jefes…Sin embargo, esa parte la siente como periférica; en su centro experimenta algo muy distinto: una fuerza que alimenta de pasión sus sueños, que le dice que ha llegado el momento de encarnarlos más allá de los miedos, que le otorga un poder que le hace sentirse seguro. Ése es el centro que desea que cada uno de sus alumnos pueda descubrir por sí mismo; la esencia que da vida a todo ser humano, la fuerza que permite descubrir los propios sueños, la luz que deja ver más allá de los ojos, el oído que posibilita escuchar de corazón, el gusto que permite saborearlo todo, el olfato que perfuma, el sol sobre el que orbitan todas nuestras personalidades reales y posibles. En definitiva, el que “con-siente” todo sin emitir ningún juicio, más allá de todas las creencias, religiones, filosofías, teorías científicas o miedos que puedan orbitarlo. José Luis está decidido a desvelárselo a sus alumnos. Entiende que no puede existir una auténtica educación sin que la persona sienta su centro, sin que despierte al “empoderamiento” que le hace único y, que a la vez, le hace uno con los demás. Sabe que hay grandes obstáculos que impiden su visión, ellos dan a la aventura, que acaba de iniciar, una dimensión que la convierte en la aventura por excelencia.

Ante el prolongado mutismo del maestro los alumnos van, poco a poco, serenándose. El silencio crece como las estrellas en el firmamento: primero las más luminosas se atreven con los debilitados rayos de sol, luego, en lenta procesión, pero en matemático orden de intensidad, van apareciendo todas las demás. Así, muere la risa para nacer el silencio.

El maestro mantiene su mudez como esperando que la alegría, que aún sobrevive en el aire, penetre en las paredes, ventanas, suelo y techo, logrando, así, expandirse a todo el colegio.

- Ha sido una experiencia muy reconfortante, lo he pasado muy bien, ¡gracias! Y vosotros…

¿cómo os sentís?

Nadie se atreve a responder

- ¡Vamos! Después de haber reído juntos nos merecemos cierta confianza –Dice con mirada acogedora que recorre toda la clase.

Finalmente, una sonrisa ilumina uno de los pupitres más alejados del maestro - Yo me he divertido como nunca lo había hecho en una clase de matemáticas. ¿Va a ser así todos los días? – Expone con desparpajo una chica rubia y con mirada alegre.

Las risas vuelven a aparecer.

-Eso depende de todos nosotros- señala el profe

- Por mi parte no hay ningún inconveniente, cuantas menos matemáticas hagamos, ¡mejor! – expresa, como saboreando su última palabra, la atrevida alumna.

-¡Eso, eso! –sentencian a coro unos cuantos.

- No haremos matemáticas – sorprende a su audiencia el maestro

Una algarabía recorre el aula. Los sentimientos se mezclan: alegría, perplejidad, incredulidad, escándalo, e incluso miedo. Parecían todos personajes de tebeo, aquello no podía ser real.

- ¡Este profe va a durar poco! – vaticina la chica rubia

A medida que el ambiente se va calmando, las miradas se van concentrando en el maestro.

Éste permanece muy serio, sembrando misterio…

- Hacer matemáticas es a lo que os habéis dedicado hasta ahora. Veamos con qué resultado.

Que levanten la mano aquellos a los que las matemáticas les gustan y disfrutan con ellas.

Tímidamente, se levantan dos manos de una clase de veintidós.

- Ahora, los que las odian, responded sin miedo. No ocultarnos la verdad de lo que sentimos es el primer paso en el camino de ser dueños de nuestra vida. Si no lo somos, ¿qué sentido tendrá el llamarla nuestra?. ¡Vamos, contestad libremente!, como lo haría alguien que ha tomado posesión de su vida. – finaliza, llevándose ambas manos al corazón, y sintiendo, en él, su vida.

Una decena de manos se levantan casi al unísono. Ocho más se le agregan paulatinamente.

Quedan dos alumnos que no se han manifestado.

- Las dos personas que faltan por decantarse que levanten la mano.

Como osos perezosos izan sus brazos.

-¿Cuál es vuestra opinión sobre las matemáticas?

Una chica con un piercing en el labio inferior responde.

-No disfruto con ellas, pero las suelo aprobar, incluso con nota. No puedo decir que las odie….pero tampoco que sean mis amigas. – dice acompañando su última palabra con una sonrisa y un tono picarones.

- Como las personas, las matemáticas pueden ser tus amigas si les das una oportunidad. Si las sientes desde el centro del que hemos hablado antes, es decir, desde tu sede creadora, las harás algo tuyo, formarán parte de ti. No serán algo que pretenden inculcar desde fuera, ni tampoco una simple herramienta.

El maestro se queda unos instantes pensativo y termina añadiendo:

- Ponles un nombre distinto…que las acerquen a ti. Como harías con un cachorro que te acabasen de regalar. Decidirías cómo llamarlo dejándote sentir. ¿Qué me dices…?

La alumna queda totalmente confundida. No sabe si le está hablando en serio.

-Puedes ponerle cualquier nombre, aunque no exista previamente…

- ¡Hala! – Contesta la chica, subiendo su brazo derecho y sonriendo, dando a entender que aquello era una barbaridad

- No está mal, me gusta. Transmite ánimos

-¿Pero…? –Dice en bajo tono, completamente perpleja.

-¡Hala!, ¡hala!, ¡hala!, ¡halaaaaaaa!. – Recita el profe subiendo, con cada repetición, un poco más los dos brazos y la voz, y abriéndolos al aire con la última. – No sé si Pitágoras estaría de acuerdo, pero a mí me encanta… ¡Felicidades!

Antes de que la alumna pueda reponerse y contestarle, el maestro, dirigiendo su mirada a la totalidad de la clase, interroga:

- ¿Quién es la otra persona que ni le gustan ni odia a las matemáticas?

Un chico de gran envergadura levanta tímidamente su mano, se espera lo peor… ¿querrá el profe reírse de él…?.¿ podrá esquivar lo que se le viene encima…?.

- Me gustaría oír tu parecer

- Es muy parecido al de mi compañera- dice tratando de no mojarse.

Tras unos instantes- que al muchacho le han parecido eternos- en los que José Luis ha estado fijando su mirada en él, éste le sonríe.

-Tu opinión es muy importante para mí. La necesito si quiero hacer bien mi trabajo. Para poder llegar a un sitio, sin perderse, es fundamental saber muy claramente de dónde se parte.

Conociendo dónde estamos cada uno, podremos llegar al final del curso sabiendo mucho más de nosotros y de nuestro entorno. La clase tiene que ser una creación de todos…seremos responsables de lo que hagamos y de lo que dejemos de hacer. Te pido, por favor, que nos digas tu opinión, la tendré en cuenta. – añade el maestro afirmando con su cabeza.

El alumno retuerce su boca, y luego espira, intentando relajarse. Tras un leve balbuceo, dice:

- Las matemáticas siempre me han costado, a pesar del mucho esfuerzo que pongo en entenderlas. No las puedo odiar, porque deseo, sinceramente, dominarlas. No puedo decir abiertamente que las amo, porque me han hecho sufrir mucho. Así, que estoy como en tablas con ellas. No sé que más puedo decir…- expresa dando a entender que quiere dejar un tema doloroso para él.

- Date cuenta de que has empleado tres veces la expresión “no puedo”. Estás, sin apercibirte de ello, negando tu propio poder.

El chico empieza a lamentar su intervención y a mirar de reojo al resto de la clase, temiendo ser el blanco de un espectáculo, en el que su intimidad va a ser exhibida. Su tez se enrojece.

El profe se hace consciente de la situación y quita el pié del acelerador.

-Lo que voy a decir va dirigido a todos- pronuncia esparciendo su mirada por la clase y levantando su atención del alumno en apuros. Mientras habla pone, brevemente, su mano derecha sobre el hombro del chico, dándole a entender que su situación comprometida ha terminado.

- Nadie tiene más poder para negarnos cosas que nosotros mismos. El temor a no conseguir lo que deseamos mina, poco a poco, la seguridad de nuestro ego, limitando cada vez en mayor grado nuestras acciones. Vamos situándonos más en lo que no podemos conseguir que en lo contrario. Crece en nosotros la víctima, con los miedos la vamos engordando; e inunda nuestra personalidad, haciéndonos creer que las circunstancias y los demás son los culpables de nuestra infelicidad, todo antes que aceptar nuestra propia responsabilidad. La otra alternativa que nos presenta el victimismo es la de sentirnos culpables. Tanto en un caso, como en el otro, quedamos atrapados en la cárcel más antigua: la de la culpa. En ella nosotros somos a la vez el preso y el carcelero. ¡Curiosa paradoja!. ¿No creéis…?- Dice terminando en un silencio que busca algo más que una respuesta…

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