lunes, 18 de julio de 2016

Nuestro signo lunar


Es común escuchar este comentario : - Yo soy del signo de Leo 
pero me identifico más con el signo de Virgo…¿ por que será ?
Lo que la mayoría de las personas no sabe es que, además del 
signo solar, en el cual se basa nuestra astrología occidental, 
Las personas poseemos un complejo sistema de planetas y otros factores que, junto al Sol, modelan nuestra identidad. Al momento de nuestro nacimiento, estos planetas pueden emplazarse en energías muy similares a las de nuestro signo solar, por ejemplo, si soy Aries puedo tener planetas ubicados en otros signos de fuego, o bien en el mismo signo, o por el contrario en energías más bien disonantes con la vibración ariana. Todas estas características pueden influir para que, en cierto modo, nos sintamos muy afines a la energía de nuestro Sol, o, por el contrario, tengamos nuestras sospechas de que quizás nos parecemos más a otro signo que al de nacimiento.
Entre los otros planetas y luminares que influyen poderosamente en la conformación de nuestra identidad, la Luna es, sin duda, un factor fundamental. Efectivamente, cuando conocemos nuestro signo lunar, o la posición por signo de la Luna al momento de nacimiento, nos podemos explicar muchas cosas, aspectos que incluso a veces distan de nuestras cualidades solares.
La Luna es la energía más conocida para todo ser humano. De hecho, cuando nacemos nuestra conciencia está protegida por la energía de la Luna, es decir, nuestra conciencia  es cien  por ciento lunar y poco a poco se va abriendo a otras energías, alcanzando un nivel de integración mayor. Si nuestra Luna de nacimiento está en el signo de Cáncer, por ejemplo, será con esa energía con la cual nos identificaremos más inconscientemente. Si la Luna cae en el signo de Sagitario, será con esa vibración con la que más me sentiré en casa. Así, cada Luna supone una energía distinta, pero a nivel arquetípico lo importante es que, cualquiera sea la posición de la Luna, ésta siempre indicará qué energía constituye el refugio en mi vida, con cual me siento “como en casa”, qué energía constituye mi nido, mi manto protector y nutricio.
De este modo, así como  queremos conocer las cualidades del signo solar, del mismo modo, debiésemos investigar las cualidades del signo lunar, pues a veces habla de aspectos mucho más íntimos que los de mi Sol. La Luna simboliza la madre y todo aquello que connote protección. Es por ello que, aunque no conozcamos el signo de nuestra Luna, es muy probable que en momentos de temor, inseguridad o desprotección, tendamos inconsciente y automáticamente a refugiarnos en esta energía.
¿Cómo podemos traducir esta explicación en ejemplos concretos? Pues bien, imaginémonos que mi Luna está en el signo de Géminis. ¿Cuál será mi tendencia atávica? A explicarme la vida, a analizarla, a comunicarla, a “tener las cosas claras”, a operar en la cabeza, etc. Cuando me sienta desprotegido, ¿qué es lo que haré? Probablemente, trataré de racionalizar lo que me pasa, entenderlo, hablarlo, escribirlo. ¿Qué pasa si tengo mi Luna en Piscis, por ejemplo? Cuando me sienta inseguro o me quiera proteger, me escaparé a mi mundo de ensueño y fantasía, me fundiré en espacios de despersonalización, de fusión con el Todo, o en su versión más destructiva, en las drogas o en el alcohol que me permiten conectarme con el todo indiferenciado a través de la pérdida de conciencia.

La Luna es así una energía inconsciente, muchas veces regresiva, que nos permite refugiarnos automáticamente cuando nos sentimos amenazados. Lo más importante de la Luna es que, según el signo en que esté emplazada, es esa la energía que valoramos, que tenemos “afectivizada”, por lo tanto, “cuando me quieren” es porque mi radar lunar  confirma que la energía lunar está presente; de la misma manera, “cuando yo quiero” lo expreso principalmente por ese canal; asimismo, cuando me quiero sentir seguro y en casa, me hundo en esa energía para mantenerme a salvo.
Decíamos que es regresiva porque es energía inconsciente y ya no somos los bebés que necesitan refugiarse en ese manto protector. Como adultos, tenemos otros recursos disponibles, pues ya hemos descubierto, por ejemplo, nuestro Sol, hemos vivenciado nuestro ascendente, conocemos aspectos de nuestra Venus, de Marte, etc, aunque nunca hayamos escuchado la explicación, ya está en el cuerpo. La trampita con la Luna o “el hechizo lunar” consiste en que seguimos refugiándonos en esta energía, cuando a veces ni siquiera hay amenaza real, cuando no hay peligro alguno, o bien, cuando pese a que nos sentimos desprotegidos, insistimos en hundirnos en la cuna mullida de la Luna, cuando quizás la vida nos pide otra respuesta más creativa e integrada, recurriendo a nuestro Sol, por ejemplo, a la energía del ascendente u otro planeta.
La Luna es nuestro refugio y, cuando la conocemos, cuando tomamos conciencia de su influjo, podemos refugiarnos en ella pero ya no como niños, sino como adultos que eligen nutrirse y envolverse  en esta energía. Cuando la Luna es una elección, dejamos de estar atrapados regresivamente en ella, como si sólo fuésemos ese fragmento de energía. Como adultos, reconocemos nuestra totalidad y si vamos a nuestra Luna es porque constituye nuestra energía básica, en ella nos nutrimos y cuidamos de nuestra alma.
Cuando desplegamos nuestra Luna conscientemente, nos acercamos a nuestros talentos: naturalmente somos seres lunares, nutrimos a otros y a nosotros mismos desde este lugar. Somos capaces de desplegar toda nuestra sabiduría lunar acerca de ese signo. Cuando dejamos que el mecanismo nos atrape no siempre crecemos. Con una Luna en Géminis, por ejemplo, en un momento de desprotección nos ponemos a explicar, aclarar, racionalizar y dudar, cuando a lo mejor la vida nos pide a gritos sentir, resonar y silenciarnos.


Averigua cual es tu signo lunar y cuáles son los dones asociados a esa energía y despliégalos conscienteme
nte, pues estarás nutriéndote, acunándote, al igual que una madre. Descubre, también, las sombras de esa energía y reconoce de qué forma pueden estar presentes en tus respuestas emocionales más inconscientes.


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