miércoles, 1 de junio de 2016

Las Exigencias de la Nueva Era. I (Vicente Beltrán Anglada)


Las Exigencias de la Nueva Era. I

Vicente.- Vamos a iniciar estas conversaciones. 

Tengo un interés especial en decir –como siempre digo- que aquello que la mente no puede comprender en el sentido intelectual lo comprenderá muy fácilmente con la atención, porque cuando la atención es profunda y sostenida se comprende por una parte de nosotros mismos que tiene carácter esencial, (y) me refiero exactamente al corazón. 
Se comprende con el corazón mejor que se conoce con la mente, y esto es la base de que las conversaciones esotéricas, a pesar de que tengan que ser descritas en un lenguaje algo técnico debido a la tecnología del propio esoterismo, siempre existe la posibilidad de poder hacerlo comprender en un sentido, digamos popular, en un sentido corriente porque el corazón tiene la virtud de comprender todas las cosas. 
Así que iniciaremos la conversación con algo que está en la mente y en el corazón de todos ustedes y que se refiere, precisamente, a las exigencias de la Nueva Era, esta era que tenemos todos la oportunidad de vivir.

Una era que por un lado muestra la acuciante presión de la técnica con sus inventos maravillosos y fantásticos descubrimientos, con la conquista del espacio y, al parecer también, con la conquista del tiempo. Si añadimos a esto la revelación del mundo oculto, de aquel mundo que está más allá y por encima de la concepción y percepción corrientes, tendremos un cuadro aproximado de situaciones de lo que intento decir con el término “Las exigencias de la Nueva Era”, esta era técnica y al propio tiempo llena de dinamismo creador.

La técnica nos permite establecer relaciones automáticas y con un ritmo de instantaneidad de cualquier hecho que sucede en el planeta, en un momento determinado del tiempo, así, los descubrimientos de la televisión, de la radio, del teléfono, han puesto en manos del hombre aquel poder vital que acerca los continentes, pero con el descubrimiento del mundo oculto, de aquel misterio que existe en los éteres del espacio a medida que vamos penetrando en las fronteras de lo cósmico, (ha surgido una situación que) tiene un valor esencial por el motivo que nos permite ser conscientes de esta oportunidad magnífica de conocernos, no sólo en el aspecto técnico de la personalidad sino también en el aspecto místico del alma, creándose por primera vez en la historia del planeta esta posición de síntesis o de inteligencia creadora que nace cuando la mente y el corazón se equilibran, unifican y expansionan.

Naturalmente, para hablarles de las oportunidades magníficas de la Nueva Era tengo en cuenta –y creo también que ustedes lo verán claro–, que la humanidad como un todo está penetrando en zonas de conciencia profundas y misteriosas como jamás había podido ser realizado en la historia planetaria. 

De la misma manera que la evolución de la naturaleza ascendiendo de reino en reino, de dimensión en dimensión, de raza en raza, ha llegado al siglo XX con sus inmensas posibilidades técnicas y místicas, así se presenta la opción al cuarto reino de la naturaleza -el reino de los hombres, la raza de los hombres, el reino humano - de penetrar en ese aspecto de la naturaleza que llamamos el quinto reino, el reino de las almas liberadas, el reino de una perfección a la cual podemos acceder por medio y a través del esfuerzo que seamos capaces de desarrollar en ese momento del tiempo y (de la) oportunidad que tenemos la ocasión de vivir.

Hace, según los cálculos esotéricos del tiempo, unos dieciocho millones de años, que, por un proceso alquímico de la naturaleza, el animal que evolucionaba en el tercer reino pudo acceder a la gloria de la mente. El tercer reino (debido a su paso) por el tamiz de aquella individualización o expansión de conciencia que convirtió al ser humano en una mente iluminada proveniente del tercer reino –el reino animal-, abrevió en aquellos tiempos la perspectiva intuitiva de este momento, en el cual todos los seres humanos inteligentes y de buena voluntad pueden, rasgando místicamente los velos del tiempo, penetrar en las fronteras del quinto reino de la naturaleza, convirtiendo la personalidad integrada, hasta cierto punto, en un alma consciente en el quinto plano de la naturaleza. 

Y esto naturalmente requiere una preparación técnica, pero al propio tiempo debe ser el producto de una evolución de un propósito interior que no todo el mundo es capaz de desarrollar.

Yo creo, sinceramente, que todas las personas que se dan cuenta de la importancia de este momento presente, en el cual por primera vez el avance técnico de la vida o los descubrimientos científicos son avalados oportunamente por la visión interior, es el indicio de que la humanidad como un todo, o al menos la mayoría de seres humanos inteligentes y con cierta buena voluntad en el corazón, puede penetrar, como digo, en este otro esplendente reino del cual nos han hablado todas las filosofías y todas las grandes religiones de todos los tiempos. Entonces, cuando místicamente se nos habla de reino de los cielos o de “Cristo en ti, esperanza de gloria”, o nos hablan del estado de samadhi, o nos hablan de la inteligencia creadora o de la mente iluminada, o del corazón casto y honesto, se están refiriendo precisamente a todas aquellas individualidades que antaño fueron humanas y que ahora son expresión de este quinto reino de la naturaleza al cual me estoy refiriendo.

Ha sido tal la respuesta de la humanidad, en sus variados niveles, a la impresión de ese momento cósmico, astrológico -es decir, aquel momento en que el ser humano representado en la naturaleza crística se halla en el monte Tabor de su conciencia contemplando a sus pies los tres discípulos dormidos, o sea a la mente, al cuerpo emocional y al cuerpo físico-, (que) entonces, todas aquellas personas que han dado un paso preliminar y han sabido desapegarse, por así decirlo, de todo contenido ambiental, de todo cuanto es y produce la naturaleza y, aun la propia humanidad, y que han perdido, hablando técnicamente, peso, han liberado una porción de luz, si ustedes me permiten, (y) en su aura se ha formado una fosforescencia especial o un dinamismo creador o un magnetismo puro que puede ser contemplado desde estas alturas celestiales a las cuales me estoy refiriendo.

Esto ha motivado que exista un inter-coloquio, que exista una comunicación entre el cuarto reino y el quinto reino de la naturaleza por medio de la mente iluminada, y todas aquellas personas que sienten en su corazón la sed de aquella agua de vida a la cual constantemente se refirió el Maestro de Maestros y que, al propio tiempo, son capaces de crear a su alrededor un hálito de atracción por su conducta, automáticamente y sin que se den cuenta, se hallan vinculados a esta fuerza tremenda de esta Jerarquía espiritual del quinto reino, convirtiéndose, se den o no cuenta de ello, en una avanzada de los misterios que se están gestando en las zonas libres del tiempo, allí donde el proceso de la vida es tan veloz que nuestra mente es incapaz de poder apreciar.

Existe una preparación técnica, pero en el sentido espiritual, para todas aquellas personas que inicialmente han dado un paso, y este paso que ha dado este hombre vinculándose a la Jerarquía planetaria ha quedado automáticamente ligado para siempre a esta hermandad de almas iluminadas, cuya conciencia está más allá y por encima del tiempo y que, por lo tanto, se convierte en un Maestro en el tiempo y en el espacio y puede de esta manera ayudar a aquellos que vivimos forzosamente todavía en tiempo y espacio.

A estas escuelas preliminares se les asigna técnicamente el nombre de ashramas, y para explicarles lo que es técnicamente -(a partir de) nuestros conocimientos corrientes- un ashrama les diré que es una escuela preliminar de los misterios celestes y que toda aquella persona, repito, de buena voluntad, que ha realizado el esfuerzo requerido se halla, lo sepa o no —tengo interés en remarcar este hecho—, unido a alguna de estas escuelas esotéricas o ashramas que son escuelas preliminares donde se enseña a la unidad del cuarto reino para que se prepare para entrar dignamente en el quinto reino de la naturaleza, y pase así del reino humano al reino divino, de la misma manera que el hombre-animal de hace dieciocho millones de años penetró un día, por el misterio iniciático de la individualización, en el cuarto reino de la naturaleza convirtiéndose en un ser humano.

Todo proceso, como verán, si lo analizamos con una mente fría, y no como hacemos constantemente con el corazón ardiendo, que nos crea un espejismo dentro del cuerpo emocional, si miramos las cosas científicamente, tratando de comprobar en nosotros los hechos a los cuales nos estamos refiriendo, tendremos todos una vislumbre de que realmente hay en nuestra vida algo que revela esta fuerza misteriosa del quinto reino en nosotros. (Algo) Que transforma nuestras actitudes, que purifica nuestra mente del contexto habitual, que ordena nuestras emociones siguiendo el estímulo de una creciente estabilidad, y que somos capaces de manifestar un equilibrio en cada una de nuestras acciones. Podemos llegar a la conclusión de que realmente estamos librando aquí, en estos momentos, una de las batallas finales del ser humano para reconstruir en su vida afectiva, mental, familiar y social, todo aquel contexto iniciático que demostró Cristo a través de los grandes misterios, a los cuales estamos habituados si hemos seguido atentamente la evolución del cristianismo esotérico.

Por lo tanto, no estamos diciendo algo que anteriormente no haya sido formulado. Quizás estamos penetrando audazmente, como debe ser, porque el cielo puede ser arrebatado por la violencia, en estas zonas las cuales todos tenemos intuitivamente en nuestro hogar, y empezar a cambiar de esta manera nuestra vida en términos místicos de realización, y eso no pertenece a una individualidad aislada sino que es el patrimonio, es la herencia, de toda la humanidad y, por lo tanto, todo esto está a nuestro alcance ahora y aquí. 

No hay que esperar que los dones del cielo o del espíritu santo vengan en alas de la brisa o como un aspecto milagroso del tiempo, sino por un esfuerzo que cada cual puede realizar.

Técnicamente, ¿qué es lo que necesita el ser humano? Yo diría que el ser humano tiene mucho peso todavía, tiene el peso físico por su conducta, naturalmente, ya sabemos que existe el maya de los sentidos o el karma, o que sobre él gravita el peso de la Ley, no la ley de los hombres sino la Ley cósmica de la naturaleza, y que estas Leyes de la naturaleza no pueden ser transgredidas sin caer en el riesgo de que el karma caiga sobre su cabeza y le haga sentir el peso de la Ley natural. Pero, en todo caso, la historia nos ha demostrado, si estamos atentos y vemos la historia en su aspecto más esotérico y místico, que en todos los tiempos ha habido seres humanos que han realizado el esfuerzo, han contraído, si ustedes me lo permiten, el mérito de llamar a esta puerta de los misterios y penetrar dentro tratando de adueñarse del espíritu creador.

Es decir, que si analizamos la historia en sus puntos sombríos, porque la historia de la humanidad es una historia de hambre, de guerras y de calamidades, siempre existen unos puntos de luz que han dado origen a que (perviva) el misterio iniciático de esa puerta constantemente cerrada para el intelecto -pero nunca para la fuerza expansiva del corazón, (de los) que nos han dado testimonio de aquello que vivieron y de aquello que realizaron. Y todos aquellos seres que realizaron algo en favor de la humanidad, en no importa qué campo filosófico, científico, religioso, pedagógico, psicológico o místico, han sido expresiones de esta fuerza del quinto reino, manifestando ese aspecto de abnegación, de servicio y de sacrificio que ha motivado el que la historia de la humanidad no sea simplemente una secuela horrorosa de crímenes y de desmanes y de miseria por doquier, sino que existe esta parcela de luz que nos da la seguridad de que realmente existe el quinto reino de la naturaleza, y algo más, que podemos hollar el camino y que para todo ser humano esta puerta puede ser abierta constantemente.

Ahí está la cuestión, entonces, ¿cuál es el requisito?, ¿qué es lo que precisa el ser humano para penetrar en ese sagrado recinto? Siempre he tenido intención y me he esforzado en decir que más que estudios filosóficos profundos, que más que una técnica depurada de entendimiento intelectual, lo que precisa el ser humano es, simplemente, relación correcta. 

El que establezcamos correctas relaciones con los demás es la puerta de entrada más directa a los misterios de la divinidad, (es) por esto que les he dicho antes, por aquel misterio que dice que “es más fácil que penetre un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos”, pero esta riqueza ¿es la riqueza de bienes materiales? ¿es la posesión material? ¿es el dinero en el banco?... Esto es muy limitado.

La riqueza puede ser la riqueza intelectual o puede ser la riqueza de un deseo, teniendo en cuenta que no es muy rico el que tiene mucho sino el que se conforma con poco. 

De ahí que esta elasticidad, esta flexibilidad, esta pureza de principios, que está al alcance de todos, es el pasaporte de entrada a esta frontera que separa al cuarto reino del quinto, que separa a la humanidad de las almas iluminadas, pero hay que ser consecuentes y utilizar la mente solamente como un sistema de analogías de todo cuanto es y representa la historia planetaria.

Desde un buen principio, a partir de las primeras razas, del hombre prehistórico hasta nuestros días, hemos visto un avance constantemente del hombre en un aspecto: siempre ha ido en pos de una realidad trascendente, habida cuenta que cada reino de la naturaleza tiene que descubrir, realizar y materializar un arquetipo. El arquetipo del reino mineral, su puerta de entrada a los misterios, si puede decirse así, es el estado transmutatorio de los materiales que constituyen el mineral, y cuando los esposos Curie llegaron a descubrir el radio, se había demostrado por primera vez en la historia del planeta que el átomo era sustancia de luz y que se podía liberar esa sustancia. Y cuando se descubrió en el reino vegetal que había plantas que tenían una sensibilidad parecida a la del reino animal, entonces se dio cuenta la humanidad también que por aquella puerta pequeñita de la sensibilidad vegetal se podía penetrar fácilmente al reino animal, y que los filamentos nerviosos que constituyen el sistema nervioso de los animales no son más que la estructuración más perfecta de lo que es la estructuración incipiente dentro de la planta sensitiva, que ha ido evolucionando a través del tiempo.

Y cuando el animal ha organizado todo cuanto es, cuanto expresa como entidad de un reino, cuando ha creado un sistema nervioso completo, sanguíneo también y digestivo, y cuando ya todo está realizado, entonces viene la individualización y, si además, añadimos a todo el contexto de cuanto había realizado primeramente el reino animal, anteriormente el vegetal, iniciándose en el mineral, un ser humano que posee un cuerpo que participa de todos los demás reinos de la naturaleza, (acabará todo) convirtiéndose (este) por esta magia de la evolución en el punto de paso de los reinos subhumanos hacia el reino super-humano. Entonces, la puerta de misterios no es tampoco una exclusiva del ser humano ni tampoco una exclusiva de los seres divinos del quinto reino que tendrán ante sí otra meta más luminosa y más profunda, porque la evolución no termina jamás ¿Por qué?, porque siempre hay algo más, este algo más es el misterio místico de la evolución, aquello que decía Darwin con muy buena visión: “Cuando llego aquí solamente percibo algo que no puede ser descrito”.

La especie no termina jamás. Termina la historia y continúa la especie, y termina la historia porque no somos capaces de reconducir aquellos hechos históricos que suceden en niveles allende nuestra razón. Todo el proceso de la vida, el que va de un reino a otro o, si ustedes me lo permiten también, (el problema que va) de dimensión en dimensión y de iniciación en iniciación, pues siempre es lo mismo, no es más que la trayectoria del espíritu a través de cárceles de materia cada vez más sublimes, llegando finalmente a descubrir que materia y espíritu son la misma cosa bajo distinta vibración, bajo diferente densidad. Todo cuanto produce el espíritu humano tendrá que manifestarse constantemente a través de la materia, de no ser así no existiría el universo.

Penetren ustedes en este misterio, dense cuenta que la divinidad, pese a su magnificencia, no puede existir sin nosotros, somos parte de la divinidad, y por ser parte de la divinidad tenemos entrada y participamos de los misterios de la divinidad, porque somos la esencia de la propia divinidad y utilizamos la materia que forma parte de la divinidad. 

Ahora bien, ¿cuál es el cometido del ser humano? ¿Qué es lo que debe realizar? ¿Cómo debe reaccionar ante la vida para penetrar en el santuario donde existe el Maestro de los Maestros o en el Sancta Santorum del corazón? ¿O cómo puede realizar esa tremenda alquimia de purificar cada uno de los átomos del cuerpo, convirtiéndolos en el oro del espíritu? 
Este proceso, aparentemente sin sentido para algunas mentes intelectuales, es lo que estamos realizando cada vez que utilizando la mente y el corazón equilibrados tratamos de conducir la nave de nuestra vida por el mar de la liberación, y nunca podemos dejar de actuar de acuerdo con el principio de la ética o de la moral, porque la moral y la ética son consecuencia de que una parte iluminada de nuestro ser continúa vibrando más allá y por encima del entendimiento natural o normal.

Así que ustedes deben fijarse siempre en algo muy importante, y es que la vida es un árbol tremendo, un árbol que da frutos de santidad, del cual el Adepto, el Maestro de Compasión y de Sabiduría, o de un ciudadano del
 
5º Reino de la Naturaleza , es la expresión magnificente hasta donde nuestra mente puede llegar a alcanzarlo. Pero es que el árbol gigantesco de la humanidad que produce los frutos de sabiduría no tendría su razón de ser si no existiesen las raíces hundidas en el lodo. Entonces, el árbol de la vida en secciones nos demuestra el estado de la humanidad en un momento dado, desde el nivel de percepción que guía la mirada de un Adepto de la Buena Ley o de un Alma liberada. Y es mirando este árbol gigantesco y viendo los puntitos de luz, de amor y de poder que surgen en cada uno de los niveles, que sabe este Maestro dónde hay un discípulo en ciernes o en preparación, y son esos puntitos de luz de esos discípulos en cada uno de los reinos dentro del propio reino humano, que pueden ser entresacados, educados y preparados todos aquellos seres humanos que están suspirando ardientemente por la liberación y que, por lo tanto, son seres que sufren mucho porque están sujetos, como todos los seres humanos, a la fricción del karma colectivo. 


No podemos liberar al discípulo del karma colectivo, (porque este) constituye una parte de este karma, pero no en un sentido de participar activamente en la perpetuación de este karma o fruto amargo del tiempo, sino que por su propia ley va extinguiendo el karma de los demás, y ahí está el punto donde es considerado este ser: que en los confines de cualquier nivel psicológico del ser humano, o de la humanidad, puede ser entresacada la persona preparada, la persona que en un momento determinado será un portavoz de la Jerarquía Planetaria, o de esto que místicamente llamamos el Cristo y su Iglesia. No me refiero a la Iglesia como cuerpo organizado sino al cuerpo de la Iglesia de Cristo en el 5º Reino de la Naturaleza o el Reino de los Cielos, y esto naturalmente lo tenemos todos aquí dentro del corazón, no se trata de algo externo que tengamos nosotros que buscar.

En todo caso la búsqueda es hacia dentro y no hacia fuera, hacia fuera revelamos los frutos de la acción pero hacia dentro estamos descubriendo los Misterios del Reino, que, como místicamente se dice, tiene siete llaves, siendo cada una de las llaves el plano, dimensión o nivel que cada cual ha logrado superar o nivelar dentro de su propio status quo, de su propia organización psicológica. Así que todo el proceso es, desde este punto de vista, científico por excelencia, y (está abierto a) todos los seres humanos que se dan cuenta de esta particularidad y, volviendo al principio, se dan cuenta de la oportunidad que nos ofrece la constelación de Acuario iluminando una franja de los cielos que recorreremos durante dos mil trescientos cincuenta años. Hay una esperanza de gloria en este devenir incesante, cuando vemos que Piscis se va alejando progresivamente aunque produciendo todavía cataclismos de todo orden, pero existe la esperanza de ver que el presente va siendo constantemente iluminado y que la persona en este momento no responde ni mucho menos a las exigencias que respondían nuestros antepasados del siglo XX cuando se inició, sino que hemos progresado hasta un punto en que todo cuanto pertenezca al siglo XXI nos parece familiar y hasta lo estamos revelando en el presente.

Y, para mí, esto constituye la garantía solemne de que muchos de nosotros hemos penetrado ya en conciencia en el 5º Reino de la Naturaleza, y que desde allí estamos trabajando, sin darnos cuenta quizás. Pero (por otra parte) no por no saberlo no trataremos el asunto con menos actividad (porque sirve) para ayudar a reconstruir dentro del aparente caos aquella unidad de vida que es la que debe hacer que cada unidad separada de conciencia pueda unificarse con las otras, cesando finalmente aquello que Madame Blavatsky definió como la gran herejía de la separatividad humana. Y esto solamente puede ser realizado siguiendo el triple sendero de amor al bien, de buena voluntad y correcta relación.

Esto que parece una cosa muy difícil de apreciar lo estamos realizando, porque todos tenemos una diferenciación mental que hace que podamos ver cómo nos comportamos en sociedad y cómo reaccionamos socialmente para tratar de establecer, dentro de la sociedad que nos rodea, aquel aspecto fundamental de la psicología divina que llamamos amor al bien. 

La buena voluntad es natural, no exige esfuerzo; a medida que nos vamos liberando de capas de egoísmo la buena voluntad surge espontáneamente, no hay esfuerzo en este cometido. 
Es un devenir dentro de la conciencia, una aventura que finalmente desembocará en la relación correcta con los seres que nos rodean, iniciando así aquella era de equilibrio individual que se proyecta a lo familiar, al campo profesional o social y que (hace que), finalmente, la persona será aparentemente como las demás pero en realidad es lo que se llama un Alma Bendita del Señor, que está tratando constantemente con su irradiación de mantener el statu quo divino en la naturaleza. Que trata que todo peregrino pueda participar de la gloria de aquello que él participa y que pueda finalmente solamente con la influencia de su aura magnética de crear las requeridas condiciones para que dentro de la humanidad surjan los fermentos redentores y, finalmente, que todos los seres humanos puedan ver claro que tienen ante sí una meta divina y que ahora, en este momento, ya pueden empezar a proyectarla con toda devoción, con toda energía y con todo entendimiento.


Extracto de la Conferencia de Vicente Beltrán Anglada
En Barcelona, 1 de Diciembre de 1975
Digitalizada por el Grupo de Transcripción de Conferencias (G.T.C.) el 11 de Marzo de 2007

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