sábado, 21 de mayo de 2016
Florecimiento del niño interno. Lección VII. (Kwan Yin)
Kwan Yin
Florecimiento del niño interno. Lección VII.
Sean bienvenidos, Yo soy KWAN YIN.
Continuemos con el viaje del príncipe.
Su nave enfilaba sin ninguna dirección determinada; ensimismado en sus propios pensamientos, dejaba que fuera el destino el que guiara su nave. El pensaba:
Si el universo está aquí para revelarme los 10 principios, no importa hacia dónde encamine mis pasos, sus leyes vendrán a mi encuentro. Ahora comprendo por qué aquel ser tenía tan poco interés en que yo le acompañara y por qué su nave no tenía una meta fija; en este momento me encuentro en la misma situación, mi vuelo por el espacio es circunstancial, lo que me interesa es descubrir los principios que me faltan conocer dentro de mí tal y como me fue anunciado.
Su nave empezó a ser atraída hacia un punto del espacio.
El príncipe observó, primero, con curiosidad, después, con interés, el extraño fenómeno; su nave adquiría cada vez mayor velocidad y empezó a observar que pequeños asteroides y planetas también se dirigían vertiginosamente hacia el lugar del que no podía verse sino obscuridad, en el espacio.
A medida que su nave adquiría mayor velocidad, observaba cómo, en realidad, pareciera que un sinfín de cuerpos espaciales estuvieran siendo atraídos hacia ese rincón obscuro del universo. El príncipe empezó a sentir un ligero estremecimiento.
¿Hacia dónde estaba siendo atraída su nave?. Un ligero presentimiento empezó a indicarle que corría peligro; sus pensamientos se sensibilizaron diciendo:
¿Qué puede haber en el universo que represente un peligro para otra criatura, si todas somos hijas del mismo Dios?.
Sin embargo, su velocidad era cada vez mayor y los planetas que iban delante de él en esa vertiginosa carrera empezaban a desaparecer, llegado a un determinado punto.
El quería observar algo pero no podía ver nada, parecía como si todos los planetas empezaran a ser absorbidos por algo obscuro que se encontraba en esa región del universo.
Mientras su nave se acercaba, sus pensamientos ya no pudieron ser controlados, el miedo lo estaba dominando.
¿Cuál sería el final de esa loca carrera?, ¿por qué los aerolitos
y los planetas desaparecían de pronto ante sus ojos?, ¿qué era aquello que estaba atrayéndolo y por qué todas las criaturas, estrellas, soles y, tal vez hasta galaxias enteras, corrían sin parar hacia ese rincón del espacio?. Cuando el miedo era ya casi incontrolable, una voz de su interior, majestuosa y serena, habló dentro de él.
- Hijo mío, te aproximas a un hoyo negro, recuerda lo que te he contado acerca de ellos y manténte preparado porque muy pocos pueden salir de esta prueba.
El príncipe intentó serenarse, pero el anuncio de su Padre lo había llenado de inquietud. Empezó a ver que se acercaba hacia eso que no podía percibir, vio que las estrellas que estaban inmediatamente adelante de él se sumergían en esa profunda obscuridad y después desaparecían de su vista. Cuando vio que ya era inevitable su absorción, cerró sus manos y las unió en su pecho y pensó:
- Por ti Padre y en el nombre de Dios.
Sintió un ligero estremecimiento, había cruzado por la obscuridad; se sintió más ligero, su cuerpo parecía extraño, no tenía ya la noción de una nave, se sentía flotar en algo indefinido. Una sensación extraña lo invadía pero no podía ver nada; decidió esperar, aunque, en realidad, no tenía otra opción. Poco a poco, su cuerpo fue adquiriendo peso; poco a poco, sus movimientos se fueron restableciendo; poco a poco, se fue dando cuenta que se encontraba flotando en el espacio.
Un fuerte estremecimiento sintió de pronto, cuando una voz, proveniente de todos lados del universo, le dijo:
- Viajero del espacio, abre bien tus ojos y observa las danzas cósmicas de los astros. La voz parecía provenir de arriba y de abajo, de adelante y de atrás, de todas direcciones, y, en ese espacio, se fue formando de pronto una nube y la nube pasó a convertirse en una pantalla gigantesca y, entonces, vio soles gigantescos que giraban vertiginosamente unos alrededor de otros; observó a los gigantescos soles que en su movimiento de rotación desprendían, en todas direcciones, trozos de su propio cuerpo, masas incandescentes que quedaban, después, girando alrededor de él; vio explosiones majestuosas que hacían que grandes lenguas de fuego surcaran el espacio produciendo una fantasía de colores; oía los estruendos y no sabía si lo que estaba observando era una pantalla o en realidad él se encontraba en medio de todo ese escenario.
Luego vio, cómo, las pequeñas porciones arrojadas por el sol se iban enfriando y observó, igualmente, cómo, de esos pequeños astros, ya fríos, empezaban a surgir pequeñas criaturas que se movían sobre su superficie; iban y venían hacia un lado y hacia otro y empezó a ver que esas criaturas peleaban y mataban a sus hermanos y mataban a otras criaturas que convivían con ellas y el príncipe, horrorizado, pensó:
¿Qué es esto?, personas que se matan a sí mismas, criaturas que destruyen a otras simplemente por placer. ¿Qué clase de mundo es éste. Y la voz que provenía de todas direcciones, contestaba:
- Es un mundo en formación.
- Sí, pero ¿qué criaturas serían capaces de matarse unas a otras, sin entender que todos somos iguales y que nuestro destino está en el mismo lugar, en aprender los principios del universo?. Y la voz contestaba:
- Son criaturas que están aprendiendo a vivir.
Y, mientras el diálogo se daba, la imagen crecía y crecía y podía ver a esas pequeñas criaturas que vivían en pequeñas construcciones que ellas mismas hacían y veía cómo, unas, se afanaban tratando de llevar lo necesario para aquellas que vivían junto a ellos y vio que esas criaturas se reproducían y formaban pequeñas colonias que ellos llamaban ciudades y, después veía, que otras extrañas criaturas se dedicaban a destruir a esas ciudades; y luego observaba cómo, la ciudad atacada, igualmente, empezaba a convertirse en atacante y unos y otros peleaban. La lucha era encarnizada, se mataban sin piedad, sin respetar a mujeres o niños; sin respetar las construcciones grandes o las pequeñas.
Con mayor detenimiento pudo observar que no todas luchaban, que había unas cuantas que buscaban hacer la paz; observó que algunas deseaban todo para ellas, mientras que otras luchaban por el beneficio colectivo y observó, igualmente, que en algunas regiones había una increible riqueza de seres diferentes, plantas y animales, todos ellos conviviendo en armonía y observó, igualmente, cómo esos mismos seres, las extrañas criaturas que hacían la guerra, igualmente se empeñaban en destruir esos lugares llamados selvas y observó que de sus colonias salían grandes nubes que iban, poco a poco, destruyendo la capa de aire que rodeaba a su planeta y, entonces, el príncipe sintió compasión y dijo:
- ¿Cómo es posible que nadie ayude a esos seres?, ¿cómo es posible que no exista alguien en el universo que les explique cuáles son los principios que rigen la armonía?. Y, la mente que provenía de todas partes le contestó:
- Hay un sinfín de hermanos que lucha por enseñar a esas criaturas el secreto de la armonía y del correcto vivir, pero ellas son sordas y aún no son capaces de escuchar la voz que viene del universo.
- Pero, no puede ser, replicó el príncipe, tiene que haber alguna forma de explicarles que en el universo todo es paz y armonía y que ellos están quebrantándola; tiene que haber alguna forma.
- Y la hay, contestó la voz. Algunos de nosotros hemos tenido que descender a su superficie y nacer entre ellos para poder explicarles cuáles son los principios que rigen en el universo.
- Y ¿qué ha pasado? preguntó el príncipe.
- Observa, contestó la voz.
Y, entonces, la imagen cambió y se observaron tres cruces en un monte, una multitud rodeando a las cruces y una voz que como un lamento se elevaba diciendo: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. El príncipe se llenó de indignación y dijo:
- Basta, no es posible que esto pase en una creación en el universo, yo ire ahí y les enseñaré cuáles son los principios que deben regir la vida de todos los planetas. Y la voz que provenía de todas partes, dijo:
- Sea como has dicho. Y un gran estallido obligó al príncipe a cerrar sus ojos, llevó sus manos a sus oídos y todo quedó en calma.
Cuando abrió los ojos se encontraba en una tierra extraña, desértica; él calzaba huaraches, un manto largo y un bastón. Muy cerca de él había una multitud que escuchaba con atención a un hombre que les decía: Bienaventurados los que sufren porque de ellos será el reino de los cielos.
Y, entonces, el príncipe descubrió, que, ese ser al que escuchaba, era el mismo que él había visto en la cruz y recordó su diálogo con esa voz que provenía de todas partes y pensó: Ahora tengo la oportunidad de ayudar a este ser a enseñar a esta multitud. Sigilosamente, empezó a escuchar con atención y a observar las reacciones de la multitud ante las palabras de aquel profeta y, en su interior, decía: Ahora sí, todo será diferente, este es el momento en que podremos sacar, este enviado y yo, a este mundo, de las tinieblas.
Buscó entonces entrevistarse con el profeta pero resultaba sumamente difícil hacerlo; cada vez que preguntaba por El, una multitud de fieles y seguidores le decían:
- Hasta el Profeta nadie puede llegar, El irá a ti cuando El lo desee, pero nosotros somos los encargados de protegerlo, ya mucha gente desea su muerte y no te permitiremos acercarte a El, si es su deseo, El irá hasta ti. El príncipe recordó que en el universo todo está conectado y, entonces, mandó un pensamiento hasta la mente del Profeta y le dijo:
- Hermano mío, he venido aquí para ayudarte, yo sé que tu misión es difícil y sé que este mundo necesita mucho de tu ayuda pero aquí estoy, no estás solo. En ese momento, un coro de voces surgió, igualmente, de todas partes del planeta, diciendo:
- Gracias viajero, pero el Profeta nunca ha estado solo, nosotros lo acompañamos y estamos distribuidos en toda la superficie de este planeta, tu ayuda es bien recibida, pero no esperes cambiar el curso de los acontecimientos, porque las plantas toman un tiempo para crecer y dar fruto y las humanidades lo hacen también.
El príncipe se sintió desconcertado, había pensado que el Profeta se encontraba solo y ahora entendía que una misión de tal importancia, no podía ser dejada únicamente sobre los hombros de un ser, tenía que haber muchos y ahora él sentía que su ayuda no era tan importante, sin embargo, pensó:
- Si he venido a ayudar, así lo haré, y justo es que ponga todo mi empeño en ello. ¿En qué podré ayudar? preguntó a ese coro de voces mentales que le habían dado la información anterior y ya no se escuchó el coro, se escuchó la voz del Profeta diciendo:
- Hermano mío, sé que cuando llegaste aquí lo hiciste impulsado por la fuerza de tu amor; mi misión y la misión de todos los que me acompañan es la misma, "redimir a esta humanidad"; tú preguntas en qué puedes ayudar, yo te digo lo siguiente: En el paso de los siglos y de las edades, mis palabras serán tergiversadas muchas veces, mis principios serán complementados al arbitrio de muchas mentes que, queriendo ayudar a sus semejantes, irán degradando las verdades sublimes que hoy les he entregado; la historia cambia el curso de los acontecimientos, por eso, hoy que vienes del futuro, yo te encomiendo la siguiente misión. Revela, para esos que vivirán en el futuro, las siguientes palabras:
"Todo en el universo se mueve bajo el influjo de dos grandes fuerzas, el amor que todo lo une, que todo lo funde, que no es sino armonía, y la justicia, la fuerza que equilibra el amor, para que el universo entero no se funda nuevamente en un sólo átomo de luz. La justicia es la fuerza que mantiene a los astros girando unos alrededor de otros, que mantiene a los átomos en perfecto equilibrio, vibrando, uno, alrededor de otro.
La justicia es la fuerza que mantiene a cada creación dentro de su línea de acción sin violar los derechos de los demás.
Si por amor los seres se unen, por justicia, lo hacen en equilibrio y en armonía. Si por amor un ser se entrega a otro, por justicia, lo hace en perfecto equilibrio y respeto.
Si por amor Dios ha creado a todo el universo, por justicia, le permite que su evolución sea gobernada por leyes. Son el amor y la justicia, las dos grandes fuerzas que regulan la armonía del universo". Ve y comenta esto cuantas veces te lo pregunten porque ésta es la misión que yo te he encomendado. Regresa a tu tiempo, porque, en este momento, nuestra misión está a punto de concluir.
La mente del príncipe percibió, entonces, la misma escena que observara dentro del hoyo negro; pudo ver la imagen del Profeta crucificado y, entonces, supo que sus palabras las había mandado desde la misma cruz. El príncipe sintió que su viaje había sido útil, ahora tenía una misión; se sentó, dejó a un lado el bastón, puso sus manos unidas sobre su pecho y dijo:
- Profeta, te has entregado por amor, yo, por justicia, revelaré tu mensaje a todo aquel que lo solicite, y, en ese momento, un estallido de luz lo envolvió y se vio viajando nuevamente con su nave.
La serena voz de su Padre se hizo presente en su mente. Amor y Justicia, el séptimo principio del universo. Y su nave se perdió en la inmensidad del espacio.
Mis bendiciones quedan en ustedes y me despido para reunirnos en la siguiente sesión.
DOMINGO 31 DE ENERO DE 1993 - 8:00 A.M.
MENSAJE RECIBIDO A TRAVES DEL HERMANO JESUS ALONSO GONZALEZ F.
PRIMERA PARTE Séptima lección - FLORECIMIENTO DEL NIÑO INTERNO.
http://trabajadoresdelaluz.com.ar/
http://noarosauniversoespiritual.blogspot.com.es/
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