Vivimos, en todo el planeta, un clima de expectativa acerca del porvenir. El fin del milenio, sumado a los desastres y a los sucesos astronómicos inéditos, envuelve a la humanidad en una atmósfera de ansiedad y de miedo. Ésta se olvida de lo principal: el despuntar de un nuevo ciclo que se anuncia desde hace tiempo.
Algunos pueblos ya llegaron a su fin, pero lo que más provoca aprensión son los cataclismos de ámbito global. La inestabilidad geológica y climática del planeta se hace cada vez más evidente, lo vemos en el aumento de la temperatura y en el derretimiento de los casquetes polares.
Esa inestabilidad, agravada por los experimentos con armas nucleares y por la aproximación de cuerpos celestes desconocidos, puede ser el preludio de un desplazamiento del centro de gravedad del planeta, lo cual implica la alteración de su eje magnético, con imprevisibles consecuencias.
La humanidad está rodeada de una creciente contaminación, surgen nuevas enfermedades incontrolables. Está sometida a la influencia negativa de los medios de comunicación, que distorsionan las informaciones, estimulan la superficialidad y la dispersión de valiosas energías. Inmerso en un mar de amenazas, el organismo humano se debilita. Se vuelve menos resistente a microbios nocivos y a los constantes impactos psíquicos.
¿Qué se espera, entonces, de los seres humanos más conscientes, que se convocaron para servir al mundo y a sus semejantes en estos tiempos?
-Proveer sistemas alternativos de obtención de energía para motores, y no limitarse simplemente a almacenar combustible.
-Simplificar la elaboración de alimentos.
-Mantener la consciencia plenamente integrada en el presente, sin perder de vista los niveles espirituales de la vida ni la capacidad de ayudar y de recuperarse que llevan dentro.
Convertirse en un núcleo magnético de armonía. Se debe mantener la serenidad para poder irradiarla. Para esto hay que observar los hechos externos con neutralidad, sin dejarse llevar por ellos.
Con su irradiación, despertar lo mejor en los demás, de modo que quienes se acerquen, se eleven espontáneamente.
Evitar vincularse con niveles y situaciones de conflicto. Las imperfecciones sólo deben considerarse terrenos por nivelar y preparar. No poner énfasis en las limitaciones.
-No alimentar una confianza excesiva en la capacidad humana.
-Poner la vista y la aspiración siempre en los niveles superiores de consciencia.
Los seres humanos más conscientes son canales para la obra de las Jerarquías espirituales sobre el planeta. Son sus colaboradores, eslabones entre el cielo y la tierra. Por su intermedio se lleva a cabo un intenso trabajo de rescate de las consciencias. En una época caótica, esto es lo más importante.
Extraído del boletín Señales de Figueira
Los libros de Trigueirinho están publicados por Editorial Kier
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